Cuando llego, levanto las persianas y me siento en el escritorio con el sol entrando. A mi lado una maceta: Grande, negra, corroída de energía fuerte y densa; con su tierra seca, con suciedades que deja el polvo, con restos de yerba y retazos de personas que han ido pasando con los años. Me ha servido para dejar los restos de agua del termo que uso para tomar mate. Abandono. Qué palabra polémica, pero qué cercana. Me pregunto, por qué abandonar algo tan precioso como una maceta, un cuerpo, un corazón. Quisiera cambiar esa palabra por una que me gusta más: milagro. La belleza existe en cualquier lugar, porque de la tierra venimos. Nunca nadie le puso agua, nunca nadie levantó las persianas. La semilla estaba latente y hoy veo un brote germinar.