Cuando era adolescente, escuché decir que los periodistas son unos borrachos en el sentido “romántico” de la palabra. Honestamente, he escuchado muchas más afirmaciones acerca de los periodistas pero parece que en la borrachera coinciden todos.
Yo, obviamente, siempre quise ser periodista. Nunca tuve dudas y no necesité un test psicológico para confirmarlo. Sin embargo, debo reconocer que siempre me preocupó que no me gustara el alcohol. Desde muy joven veía a mis primas más chicas empinar ligeramente el codo y disfrutarlo; yo, en cambio, aborrecía el olor.
Durante los primeros cuatro años que transité en la Escuela de Comunicación Social me mantuve nerviosamente sobria, hasta que me anoté en la clase de Crónica Periodística en el año 2010. Y de eso precisamente se trata esta breve historia -la primera de la serie Anécdotas con vino- de cómo el zumo fermentado de uvas me acompañó en una de las épocas doradas de mi vida.
[Quiero aclarar que realmente no soy tan vieja, pero no necesito tener 80 años de edad para saber cuál fue la primera época dorada de mi vida. Hashtag: intensidad al palo].
20 años y un poco de vino: ¿qué puede salir mal?
Tal como comenté al inicio, este breve relato transcurrió en el 2010. Yo tenía 20 años de edad y me anoté en esta fantástica asignatura en la que teníamos que escribir una crónica por semana.
El principal reto que tuve fue aprender a soltar mi voz y dejarla plasmada en cada historia. Escribí sobre el secuestro de mi tío, sobre un viaje al punto más septentrional de mi corazón y sobre mi mamá, obvio.
En la penúltima clase y luego de saber que habíamos aprobado, nuestro profesor nos invitó al departamento en el que vivía con su esposa. Hubo quesos, pan, salsas para untar y, por supuesto, vino, mucho vino.
Yo era la más joven del grupo, estaba deslumbrada con este momento particular de mi vida y me sentía plenamente feliz. ¡Sí, ya había bebido suficiente vino para sentirme así pero no, nunca bebí tanto para olvidarme de ello!
Hablamos toda la noche de literatura, filosofía, el rol del periodista en esa Venezuela que estaba a dos años de unas elecciones presidenciales muy particulares; hubo quien recitó poemas y también quien leyó micro-cuentos y yo, con certeza, habré dado mi opinión de las poquísimas cosas que creía que sabía hasta entonces.
Toda esta escena transcurría mientras yo estaba sentada en un sofá comodísimo. Aprendí enseguida la lección básica: hay que caminar y tomar agua. Los siguientes 20 minutos fueron una versión exponencial de mí misma: hilarante y ácida, menos mal que no pegó por la famosa “pea llorona”.
Recuerdo haber dormido de un tirón esa noche, algo que normalmente no pasaba en las semanas de exámenes finales. En la última clase que tuvimos, nuestro profesor cerró la sesión con una crónica sobre nosotros y mi primera vez con el vino quedó inmortalizada.
Lamento si decepcioné a aquellos que esperaban un coma etílico al final o una confesión terrible luego de la tercera copa; en mi defensa diré que no llego a borracha, pero romántica te soy y periodista también.
Hoy abrí un pedacito de mi corazón y espero que ustedes también lo hagan, cuéntenos sus anécdotas con vino y se las publicamos en Cómete el cuento; prometemos cambiar los nombres si nos lo piden y diremos, en cambio, que le pasó al amigo de un amigo.
Yo si estuve en coma etílico a los 16 años . .. ahora soy Sommelier hace 16 y trabajé para más de 100 bodegas de argentina … podría escribir un libro negro de la sommelerie .. entre covachas de mala muerte y hoteles de 5 estrellas y barrios de narcotraficantes…di charlas en todos lados .. recorrido miles de km en micros trenes, SBTES ,aviones y veleros …. todo lo que leo me aburre , lo mio ya es increíble para serie se NETFLIX…. cuando pienso en todo lo que hice con el vino pienso que sobreviví de pura casualidad .. hay varios submundos ….
Gracias por contarnos un abreboca de tu historia, Javier. ¡Salud!